Un clásico que nunca pasará de moda. Un paseo en ferry mientras la noche cae sobre Manhattan, al son del encendido de las luces de los rascacielos es difícil de olvidar. Además de las vistas de la Estatua de la Libertad.
Brooklyn Bridge Park: un destino verde con vistas
Con más de 34 hectáreas hermosamente diseñadas, esta reciente adición a la colección de parques de Nueva York es uno de mis nuevos rincones preferidos para un paseo después de una cena romántica o una aventura con toda la familia. A los niños les encantará el Jane’s Carousel, un tiovivo de la década de 1920. A mi me gusta relajarme en las verdes orillas o sentarme en uno de los muchos bancos y disfrutar de las impresionantes vistas de Manhattan al otro lado del río. Hay también una terraza para tomar un vino y otros puestos de comida local donde se puede comprar de todo, desde panecillos con langosta hasta sofisticados sándwiches.
La Estatua de la Libertad
Visitar la Estatua de la Libertad es algo que se tiene que hacer alguna vez en la vida. No solo es el símbolo de Nueva York, sino de Estados Unidos, pues era la primera imagen del país que tenían los miles de miles de inmigrantes que llegaban a América durante siglos. Para visitar la Isla de la Libertad toma el ferry oficial que sale desde Battery Park (estación Bowling Green, líneas 4 ó 5). Las entradas se pueden comprar allí mismo, pero no es buena idea porque las colas son larguísimas e in situ no se pueden conseguir tickets para subir al monumento. Lo mejor es comprar las entradas en línea en el Statue Cruises, el proveedor oficial para visitar la Estatua. Ten en cuenta que la entrada básica solo incluye el viaje en ferry. Si quieres entrar al pedestal (el museo) y subir al mirador de la corona, tendrás que comprar otro ticket con mucho tiempo de antelación, ya que los cupos diarios son limitados y se agotan rápidamente.
Empire State Building
Subir al Empire State es otra peregrinación que hay que hacer en Nueva York. Es realmente impresionante encontrarse frente a frente con este rascacielos, uno de los más filmados en la historia (según los registros oficiales el Empire State ha aparecido en ¡más de 250 películas!). Los miradores del Empire State Building están abiertos los 365 día del año, desde las 8 de mañana hasta las 2 de la madrugada. Decimos “los miradores” porque son 2: el del piso 86 y el del piso 102. Obviamente el del 102 es mucho más caro, pero también con menos gente así que podrás disfrutar mejor de la visita. Prepárate para hacer cola, pero valdrá la pena.
Central Park
Caminar por Central Park es algo que te llevará varias visitas, pues el parque es enorme y hay mucho que ver: estatuas, fuentes, puentes, arcos, lagunas, praderas y hasta un zoológico con los famosos pingüinos que inspiraron la película de animación “Madagascar”... Todo diseñado para rememorar los parques europeos más famosos de finales del S. XIX. Y cuando decimos que es enorme es en serio, ¡comienza en la calle 59 y termina en la 110! Otra característica que tiene este pulmón vegetal de Nueva York es que luce diferente según la época del año, los colores del otoño nada tienen que ver con los de la primavera ni con el blanco invernal. Cada vez que vayas acércate por lo menos una vez.
High Line
Conocer el High Line Park es algo que no puedes dejar de hacer. Si bien no tiene el pedigrí de Central Park (se inauguró en 2009) se ha convertido rápidamente en un icono del Nueva York contemporáneo. Es un parque muy particular pues está sobre una vía abandonada de tren, así que mientras pasees pasarás junto a edificios, ventanales, hoteles y todo esto rodeado de un paisajismo vanguardista y de muchos neoyorquinos cool.
Puente de Brooklyn
Cruzar el Puente de Brooklyn supone andar sobre un hito de la arquitectura neogótica del Nueva York industrial. En 1883 sorprendió a todo el mundo al convertirse en elpuente colgante más largo del mundo y el primero suspendido por cables de acero, el mismo acero que permitió elevar los rascacielos de Manhattan. Al cruzarlo irás dejando atrás el skyline de Manhattan para adentrarte en Brooklyn, un distrito increíblemente recomendable. Si vais justos de tiempo, la vuelta la podéis hacer en metro.
Ferry por el East River
El Ferry por el East River fue inaugurado hace poco para transportar a los neoyorquinos entre Manhattan, Brooklyn y Queens. Hacer todo el recorrido permite entender la ciudad y ver el perfil de Nueva York desde una perspectiva única. Si ya has paseado por el Puente de Brooklyn, con el Ferry pasarás por debajo. Divertidísimo.
Isla Roosevelt: una tranquila evasión a un viaje en teleférico
No hay mejor ganga turística de la ciudad que un trayecto a la isla Rossevelt en teleférico. Por el mismo precio que un viaje en metro puedo volar por encima de Manhattan y disfrutar de unas vistas de la ciudad insuperables que me permiten escudriñar apartamentos de neoyorquinos suspendido sobre el East River. Y la diversión no acaba al bajar del tren. Date una vuelta hasta uno de los monumentos más nuevos de la ciudad, el Franklin D. Roosevelt Four Freedoms Park, con impresionantes vistas del perfil de la ciudad. Manhattan está tan cerca que parece que puedas alargar la mano y tocar el edificio de la ONU.
Terminal Grand Central: una de las mayores estaciones de tren del mundo
Bienvenidos al palpitante y agitado corazón de Manhattan. No falla: es atravesar las puertas y me entra un subidón. Y aunque por aquí pululan todas las semanas millones de viajeros de camino al trabajo, es mucho más que una estación de tren. En este histórico e impresionante punto de referencia no dejan de dispararse los flashes de los anonadados visitantes que observan fijamente los sorprendentes techos del emblemático vestíbulo principal. Está lleno de sitios donde comer, comprar y tomar algo, desde un mercado de productos frescos con vegetales y quesos hasta una de las tiendas más grandes de Apple. Una vez he asimilado la magnificencia arquitectónica, suele entrarme hambre y sed del viejo ambiente neoyorquino. Por suerte, el Grand Central Oyster Bar está a pocos pasos, con un gran surtido de platos de marisco, martinis correctamente agitados y, por supuesto, decenas de tipos de ostras listas para ser engullidas.
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