Los escarpados acantilados calizos que escoltan el río que da nombre al valle de Lot están cuajados de pequeños pueblos que tienen un denominador común: su espectacular emplazamiento. Y el que se lleva la palma es este encantador enclave para pasear sin prisas y después seguir ruta por la región de Midi-Pyrenees.
Colgado de los escarpes rocosos que se desploman sobre las aguas del río Lot, es normal que solo por su ubicación St-Cirque-Lapopie esté considerado como uno de los pueblos más bellos de Francia. Pero es que además, rodeadas de frondosos bosques de robles reúne un buen puñado de evocadoras casas medievales, con entramados de madera y atrevidos jardines sobre los acantilados que se arremolinan buscando la protección del château de la Gardette y de una antigua iglesia fortificada.
Con tales credenciales se entiende que este maravilloso lugar de unos doscientos habitantes se hiciera más famoso todavía al ser elegido como lugar de residencia por un grupo de artistas surrealistas de la talla de André Breton o del pintor y fotógrafo Man Ray. Para disfrutar de la localidad hay que olvidarse de las prisas y perderse recorriendo sus estrechas y empinadas calles adoquinadas. También hay que buscar los privilegiados miradores que se abren al valle, especialmente el belvédère du Bancourel, colgado del precipicio y desde el que se aprecia una bella y extensa panorámica de los serpenteantes meandros del Lot comprendidos entre la desembocadura del río Célé y el propio Saint-Cirq-Lapopie.
Después esperan los castillos del valle –Cénevières, Montbrunles-Bains o Larroque-Toirac–, y las cuevas prehistóricas de Pech-Merle, un espectacular conjunto donde a lo largo de más de un kilómetro de galerías y salas repletas de fantásticas y coloridas formaciones kársticas se van descubriendo distintas representaciones de mamuts, caballos, bisontes, uros y ciervos.
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