martes, 22 de enero de 2019

Olite, Navarra (España)


Olite, el pueblo con el castillo más bonito del mundo

Olite es de película. (Fotografía cedida por el Servicio de Marketing Turístico de Navarra)


Estamos en Navarra, el reino de los pueblos bonitos, donde es difícil, muy difícil, quedarse con y en uno. Ujué, Ochagavía, Lesaka, Elizondo, Estella, Roncesvalles, Tafalla, Vera de Bidasoa... Las lista es larguísima. Pero entre todos ellos hay uno que brilla no ya por su esplendor pasado, que de eso hay mucho por aquí, sino por su castillo-palacio, que es de cuento de hadas. De tan bonito resulta artificial. Pero no: es tan de verdad que tienes que ir a verlo (y tocarlo para creerlo) ya. Olite te maravillará, créenos. Lo tienes a orillas del río Zidacos, en la zona media de Navarra, que podría ser la Tierra Media de Tolkien a su manera. A 42 kilómetros al sur de Pamplona y a 50 al norte de Tudela. Esto va de reyes, jardines colgantes y mucho señorío. No le falta ni el vino.
El palacio Disney; perdón, de los Reyes
Tiene una estampa tan mágica que parece salido de la factoría Disney, pero el castillo, como todo el mundo lo llama, aunque en realidad sea un palacio (fue más residencia que fortaleza), lo fue de los Reyes de Navarra, el de Carlos III el Noble (1361-1425), que amaba la cultura, la paz y la belleza, además de las leyendas artúricas, y que en el siglo XIV comenzó la ampliación del ya existente, el Viejo o de los Teobaldos, que fue el primer castillo defensivo del que gozó el lugar en época del rey Sancho el Fuerte -hablamos del siglo XII- y que fue remozado por sus sucesores, Teobaldo I y Teobaldo II, los de su nombre. Hoy en día es el Parador Nacional, al que iremos. Después vinieron otras obras y reformas que dieron lugar al encantador desorden de su diseño. Lo rodean, como corresponde, altas murallas y lo rematan múltiples torres. Todo un Exin Castillos...
Fue incendiado por orden del guerrillero Espoz y Mina durante la Guerra de la Independencia (1813) por miedo a que fuera ocupado por las tropas de Napoleón. Su restauración se inició a comienzos del siglo XX, pero sus jardines exteriores y su riquísima ornamentación interior -brillaban los tapices persas y chipriotas, sus dorados y el mármol multicolor de sus suelos-, se perdieron (¡horror!) para siempre.
Los jardines del Edén (o el sueño de Bécquer)
Estos jardines que no hemos heredado por avatares de la historia, los desastres de la guerra, debían ser poco menos que babilónicos, porque, además de descender colgantes por sus muros, los habitaban aves y los poblaban limoneros, naranjos y otros árboles exóticos, por no hablar de ciervos, cebras, jirafas, avestruces y demás, que hacían las delicias de aquel rey que fue el esposo de Leonor de Trastámara, el padre de Blanca de Navarra y el abuelo del Príncipe de Viana, y que amaba todo lo que tenía que ver con el rey Arturo y sus leyendas. Él fue quien alumbró, tras mandar a los de su corte por su Francia natal y otros dominios para inspirarse, este castillo-palacio que recuerda a los del Loira y que impresionó hasta al mismísimo Bécquer. O al viajero alemán que dejó escrito en el siglo XV: "Seguro estoy que no hay rey que tenga palacio ni castillo más hermoso y de tantas habitaciones doradas".
Un castillo maravilloso, pero no solo
Por su castillo-palacio lo conocerás y reconocerás, pero no solo. En Olite tampoco hay que perderse la iglesia de San Pedro, la más antigua, de portada y claustro románicos y torre gótica; o la de Santa María Real, gótica pero de fachada y retablo renacentistas, donde está el Greenman o máscara de la primavera, un elemento precristiano. Y esto sin olvidar los restos de muralla aún en pie, de época romana, y las estrechas callejuelas que te regalarán nobles caserones de piedra blasonados con sorprendentes aleros de madera, y palacios renacentistas y barrocos, más los monasterios de San Francisco y Santa Engracia, a la afueras de la ciudad. Para volverse loco (de placer y gusto, y aún queda por llegar Dioniso, con su teatro y su vino).
Olite está lleno de muros de piedra centenarios. (Cortesía Paradores)© Proporcionado por Titania Compañia Editorial S.L. Olite está lleno de muros de piedra centenarios. (Cortesía Paradores)
Medioevo, teatro y vino
Si te dejas la visita a Olite para el verano, que sepas que tendrás fiesta medieval (un fin de semana de agosto), en el mejor decorado posible, como te podrás imaginar. Una recreación de aquella época de reyes y princesas, halconeros, titiriteros y artesanos (atención al mercado), además del Festival de Teatro Clásico, que tiene lugar precisamente en el Palacio Real y alrededores (entre julio y agosto), y la fiesta de la vendimia, primera quincena de septiembre, que es cuando se extrae el primer mosto y se degustan los vinos de la Denominación de Origen Navarra. Sí, Olite también es tierra de viñedos y de vinos... y desde la época romana.
Dónde dormir
El Parador de Olite es uno de los más espectaculares de España. (Cortesía Paradores)© Proporcionado por Titania Compañia Editorial S.L. El Parador de Olite es uno de los más espectaculares de España. (Cortesía Paradores)
Qué mejor que descansar en el Palacio Viejo, o sea, en el Parador (parador.es), como un rey, entre vidrieras, arcadas y otros elementos medievales, pero con los lujos de ahora, claro. Otra opción es La Joyosa Guarda (lajoyosaguarda.com), una mansión reformada del siglo XVIII en el casco antiguo que lleva el nombre de una de las torres principales del castillo, en la que estuvo confinada Blanca de Navarra 

sábado, 15 de diciembre de 2018

Spitsbergen, la isla de los ‘inmortales’


Spitsbergen, la isla de los ‘inmortales’



Glaciar en la isla de Spitsbergen, en el archipiélago noruego de Svalbard. Glaciar en la isla de Spitsbergen, en el archipiélago noruego de Svalbard.

Uno de los lugares más salvajes que quedan en Europa es Svalbard, un archipiélago bajo soberanía noruega con una población de algo más de dos mil almas de 40 nacionalidades diferentes que comparten territorio con tres mil osos polares (la ley exige ir armado con un rifle de gran calibre fuera de los núcleos urbanos por el riesgo de un encuentro con este peligroso e impredecible plantígrado, uno de los carnívoros terrestres más poderosos, de hasta dos metros y medio de altura y más de 700 kilos). En invierno el sol desaparece por completo desde el 26 de octubre hasta el 16 de febrero. Y está prohibido morirse.
Longyearbyen, donde transcurre la trama del thriller ártico Fortitude, se encuentra situada en la isla principal, Spitsbergen, a unos 1.500 kilómetros del Polo Norte, lo que la convierte en la ciudad poblada más septentrional del planeta.© Proporcionado por El Viajero Longyearbyen, donde transcurre la trama del thriller ártico Fortitude, se encuentra situada en la isla principal, Spitsbergen, a unos 1.500 kilómetros del Polo Norte, lo que la convierte en la ciudad poblada más septentrional del planeta.
Longyearbyen, capital del archipiélago, donde transcurre la trama del thriller ártico Fortitude (aunque está rodado en Islandia), se encuentra situada en la isla principal, Spitsbergen, a unos 1.500 kilómetros del Polo Norte, lo que la convierte en la ciudad poblada más septentrional del planeta. Fue fundada en 1906 por el empresario estadounidense John Munro Longyear, propietario de la Artic Coal Company.
Una tienda de armas y ropa deportiva en Longyearbyen, la capital del archipiélago.© Proporcionado por El Viajero Una tienda de armas y ropa deportiva en Longyearbyen, la capital del archipiélago.
Esta antigua explotación minera es hoy una localidad del tamaño de Ávila, con casas de madera pintadas de colores y temperaturas que en invierno descienden hasta los 40 grados bajo cero. También hay varios hoteles y cafés, además de restaurantes japoneses, tailandeses o italianos.
Entrada de la Bóveda de Semillas de Svalbard (Svalbard Global Seed Vault) en Longyearbyen, donde se custodian semillas de más de 5.000 especies diferentes de plantas de cultivo.© Proporcionado por El Viajero Entrada de la Bóveda de Semillas de Svalbard (Svalbard Global Seed Vault) en Longyearbyen, donde se custodian semillas de más de 5.000 especies diferentes de plantas de cultivo.

La bóveda del fin del mundo

Cerca del aeropuerto de Longyearbyen se encuentra la Bóveda de Semillas de Svalbard (Svalbard Global Seed Vault), también conocida como Bóveda del Fin del Mundo, donde se guarda una copia de seguridad de más de 5.000 especies diferentes de plantas de cultivo procedentes de todo el mundo, para conservar su diversidad genética y garantizar la supervivencia de la humanidad en caso de catástrofe o a causa del cambio climático. Esta especie de Arca de Noé vegetal es una enorme estructura subterránea, a prueba de bombas atómicas y terremotos, donde las simientes se guardan en cámaras a 18 grados bajo cero en el interior de una montaña helada.
En en el pequeño cementerio de Longyearbyen no se entierra a nadie por ley desde hace más de 70 años.© Proporcionado por El Viajero En en el pequeño cementerio de Longyearbyen no se entierra a nadie por ley desde hace más de 70 años.

¿Muertos? No gracias

En las afueras de Longyearbyen también existe un pequeño cementerio donde hace más de 70 años que no se entierra a nadie. ¿La causa? El permafrost: la tierra perpetuamente helada donde nada se pudre, que mantiene intactos los cuerpos. En Svalbard no hay servicios sociales (aunque sí un hospital) para personas mayores, y si alguien enferma de gravedad es enviado inmediatamente en avión al continente. Los pocos que fallecen en las islas también son trasladados a tierra firme.
Glaciar de Nordenskjold, en la isla de Spitsbergen.© Proporcionado por El Viajero Glaciar de Nordenskjold, en la isla de Spitsbergen.
Una de las razones para vetar las inhumaciones en el archipiélago es el riesgo de que los agentes infecciosos puedan permanecer en estado latente en el permafrost y resucitar dentro de años o de siglos, como ocurre en las franjas norteñas de Siberia, Canadá y Groenlandia que se están derritiendo por el calentamiento global. Investigadores del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) encontraron en junio de 2015 ADN de virus hasta ahora desconocidos en lagos de Svalbard, y ese mismo año se descubría un virus de 30.000 años atrapado en el hielo siberiano. En 1999 se pudieron extraer muestras del virus de la llamada gripe española, que mató a 40 millones de personas después de la Primera Guerra Mundial, de seis cuerpos que habían sido enterrados en las Svalbard en octubre de 1918.
Los rusos mantienen desde 1932 una explotación de carbón en Barentsburg, un pueblo minero que cuenta con administración propia y aún conserva un busto de Lenin y símbolos de la antigua URSS.© Proporcionado por El Viajero Los rusos mantienen desde 1932 una explotación de carbón en Barentsburg, un pueblo minero que cuenta con administración propia y aún conserva un busto de Lenin y símbolos de la antigua URSS.

Lenin en Barentsburg

Antes de la llegada del navegante holandés Willem Barents, en 1596, nadie vivía en las islas Svalbard. En el siglo XVII comenzaron a ser explotadas por balleneros y tramperos. En 1920, tras la Primera Guerra Mundial, se firmó el tratado de Svalbard que reconoce la soberanía noruega y permite a cualquiera de los 40 países firmantes del pacto, entre ellos España, establecer actividades comerciales y explotar los recursos del archipiélago, siempre y cuando respeten las leyes noruegas y la autoridad del gobernador de la isla, nombrado por Oslopor periodos de tres años.
Pyramiden, un antiguo asentamiento minero soviético convertido en pueblo fantasma.© Proporcionado por El Viajero Pyramiden, un antiguo asentamiento minero soviético convertido en pueblo fantasma.
Los rusos mantienen desde 1932 una explotación de carbón en Barentsburg, un decadente pueblo minero de barracas, grúas oxidadas y maquinaria en desuso que cuenta con administración propia y aún conserva un busto de Lenin, edificios de arquitectura soviética y símbolos de la antigua URSS. En su época de esplendor, Barentsburg llegó a contar con más de 2.000 habitantes; hoy viven allí menos de 500 personas, en su mayoría rusos y ucranianos. Arktikugol, la sociedad estatal rusa que explotó sus recursos durante más de medio siglo, está intentando reconvertir esta ciudad minera en declive en un destino de turismo de aventura.

Fantasmas de la URSS

De Longyearbyen parten en verano rutas de senderismo bajo el sol de medianoche y excursiones en barco o moto de nieve hasta Pyramiden, un antiguo asentamiento soviético convertido en pueblo fantasma, o a lugares como Isfjord Radio, una remota estación meteorológica y puesto de comunicaciones de la Guerra Fría que ha sido transformado en hotel de 22 habitaciones para amantes de la soledad, la lejanía y los paisajes blancos.
Isfjord Radio, una antigua estación meteorológica en Spitsbergen convertida en hotel.© Proporcionado por El Viajero Isfjord Radio, una antigua estación meteorológica en Spitsbergen convertida en hotel.
De febrero a mayo ofrecen estancias con pensión completa y safaris árticos desde 393 euros por persona y noche. La única forma de llegar hasta allí es en moto de nieve.
Viajes El País y B the travel brand organizan un crucero de siete noches en velero por las islas Svalbard en compañía de Paco Nadal.© Proporcionado por El Viajero Viajes El País y B the travel brand organizan un crucero de siete noches en velero por las islas Svalbard en compañía de Paco Nadal.
Viajes El País y B the travel brand organizan un crucero de siete noches en velero por las islas Svalbard en compañía de Paco Nadal. El viaje, con una duración total de 10 días, cuesta 3.790 euros por persona e incluye los vuelos con Norwegian, alojamiento en Oslo y pensión completa durante la travesía. Única salida: el 12 de abril de 2019.
De junio a septiembre, el buque polar Plancius circunvala el archipiélago en viajes de una semana, con salida y llegada en Longyearbyen. El Plancius navega hasta el Raudfjord, en la costa oeste de Spitsbergen, dominado por espectaculares glaciares y habitado por miles de focas oceladas y aves marinas, y llega hasta Phippsoya, el punto más septentrional del archipiélago, a 540 millas del Polo Norte geográfico. Desde 3.150 euros (más los vuelos) en la agencia Tierras Polares.
Trineos de perros en la isla de Spitsbergen.© Proporcionado por El Viajero Trineos de perros en la isla de Spitsbergen.

miércoles, 7 de marzo de 2018

5 pueblos mágicos de la Sierra de Aracena


Aracena
Aracena


Desde lo alto del castillo templario de Aracena, a un paso de la iglesia de Nuestra Señora del Mayor Dolor, se advierte una de las más bellas vistas de la sierra onubense. En la Plaza Alta, a la vuelta de la antigua casa consistorial, se erige un templo que hace siglos dejaron a medio construir. Se trata de la iglesia de la Asunción, de corte renacentista cuando a principios del siglo XVI la quisieron levantar en una de las lomas principales de Aracena. El templo de Santa Catalina, que queda próximo, fue sinagoga hasta la expulsión de los judíos. Pero es en las entrañas del cerro del Castillo donde Aracena atesora su mayor secreto. Se trata de la cueva de las Maravillas, una inmensa oquedad de caprichosas y formidables formas que se extiende a lo largo de 2.130 metros.

Alájar

Alájar, en la sierra onubense de Aracena, es un pueblo de estampa seria, de postal antigua, con estrechas calles y ordenados arriates.


Alájar es uno de los pueblos más encantadores de Andalucía. Cargado de resonancias mágicas, los viejos del lugar cuentan historias asombrosas surgidas en las oquedades de la peña que protege el pueblo. La peña de Arias Montano está horadada por profundas y oscuras gritas de complicado acceso. Aquí sitúan los viajeros buena parte de las leyendas que hacen de Alájar un destacado enclave de aquello que han dado en llamar la Andalucía Mágica. La peña recibe el nombre de Arias Montano en honor a un consejero del monarca Felipe II que llegó hasta aquí para estudiar en profundidad algunos pasajes de la Biblia. Hoy esta quilla montañosa es lugar mariano. Coronando el abrupto cerro está el santuario de Nuestra Señora de los Ángeles, lugar de peregrinación de devotos y feligreses de la Sierra de Aracena.

Almonaster la Real

Almonaster La Real, Huelva

El nombre de Almonaster la Real evoca de inmediato su pasado árabe. El pueblo se arracima en torno a un suave cerro cicatrizado por una vieja muralla romana y mora. Castañales y robledales centenarios rodean la villa. El barrio viejo está salpicado de casas nobiliarias, de palacetes solariegos que evidencian tiempos de mucho boato. Las iglesias de San Martín y del Perdón ilustran épocas tardo góticas y renacentistas, mientras en el altozano que preside la villa la mezquita aljama sigue ejerciendo de emblema monumental. Erigida en el siglo X sobre restos visigodos, la mezquita se dispone en torno a unas equilibradas naves de donde penden columnas y capiteles bellamente labrados. Desde lo que en otro tiempo debió ser el patio de las abluciones se advierte hoy una de las vistas más hermosas de la localidad.

Fuenteheridos

Fuenteheridos

Fuenteheridos está declarado conjunto histórico artístico por el tipismo y colorido de sus calles y plazas, por la blancura de sus casas y la disposición de los interiores, con miradores desde los que se contempla la rugosidad de la sierra. En el barrio viejo mana una fuente de doce caños de la que brotan al día más de dos millones de litros de agua que riegan huertas y árboles frutales. Y sus iglesias, a media distancia entre los alientos del gótico y el primer renacimiento, contrastan con el conjunto de casonas solariegas y palacios de una aristocracia serrana que constituye uno de los ejemplos patrimoniales más valiosos del norte de la provincia de Huelva.

Jabugo

Imagen relacionada

Un camino de castaños escolta la carretera que sube hasta Jabugo. Las dehesas se extienden por lomas y cerros. Nada más coronar la villa se percibe un aroma que no abandonará al viajero durante su visita a Jabugo. La plaza del Jamón, epicentro de la vida cotidiana en Jabugo, huele y sabe mejor que ninguna otra en la Sierra de Aracena. A su alrededor hay restaurantes que han hecho del jamón ibérico su producto estrella. Fábricas de charcutería, algunas de ellas familiares, exponen sus productos a los ojos y la gula del visitante. No hay estantería que se precie que no exponga paletillas, perniles, chorizos, morcillas, solomillos, lomos, morcones, embuchados y puntas de costilla.

miércoles, 28 de febrero de 2018

La Alpujarra almeriense, la tierra de los últimos moriscos.

       
A orillas de la falda de Sierra Nevada, a pocos kilómetros del mar Mediterráneo y en contacto con el Desierto de Tabernas, los blancos pueblitos de la Alpujarra almeriense se reparten entre monumentales montañas y verdes valles como si fueran palomas mensajeras que se posan escalonadamente sobre este evocador terreno.
Cuando se escucha la palabra 'Alpujarra', rápidamente trasladamos nuestra mente hacia la provincia de Granada, pero la Alpujarra se extiende también por la provincia de Almería.
Siguiendo el curso del río Andarax, la Alpujarra lleva poblada desde el Neolítico, aunque es la presencia musulmana, tras la reconquista de Granada por los Reyes Católicos, la que deja la huella más manifiesta en la composición de estos pueblos, ya que entendían el urbanismo como un desarrollo orgánico.
La Alpujarra almeriense, la tierra de los últimos moriscosAlcolea.
Las casas de estos pueblos, que no siempre fueron blancos, están construidas con materiales autóctonos para conseguir, así, una mimetización con el entorno de manera natural.
Usando losas de pizarra, guijarros, maderas de castaño, álamo y nogal se consiguió este 'camuflaje' con el entorno, que acabó rociando de blanquecinos trazos este paisaje montañés cuando la cal fue invitada a cubrir las fachadas de los casales alpujarreños.
Los pueblos de la Alpujarra almeriense siguen teniendo algo de laberinto andaluz, con sus empinadas y serpenteantes callejuelas, su artesanía de clara evocación morisca y sus construcciones típicas de montaña, pero con tejados planos que allí llaman 'terraos' y que suelen ser usados como secaderos o tendederos de ropa. En cada aldea hay pequeñas huertas, casas de launa y gatos que gozan de la paz más absoluta en cualquier rincón.
Una imagen típica de las calles alpujarreñas es la de los 'tinaos', unas cornisas que cubren parte de las calles y que sirven de protección cuando el mal tiempo se ensaña con la zona y arrecian las nevadas. Es uno de los elementos arquitectónicos más característicos de la Alpujarra, tanto granadina como almeriense.
También las humeantes chimeneas de la Alpujarra tienen algo de peculiar, pues suelen presentar forma cilíndrica y son rematadas por un 'sombrero' hecho con una lasca de pizarra y una piedra 'castigaera' para que el viento no la arranque de cuajo.
La Alpujarra almeriense, la tierra de los últimos moriscos
El silencio es el gran señor de la Alpujarra, pues apenas hay ruidos, ni coches. Por no haber, no hay ni tiendas en algunas de estas localidades, ya que sus vecinos suelen hacer de la soberanía alimentaria un modo de vida y viven de lo que ellos mismos producen en esta fecunda comarca.
El río Andarax se nutre durante su curso de arroyos, cascadas y torrentes, y, en sus orillas, donde todo trasluce agua, crecen parras, olivos y atestadas huertas.
EL ÚLTIMO REFUGIO DE AL-ÁNDALUS
Las huellas del pasado árabe están muy presentes en los nombres de los pueblos: Alboloduy, Alcolea, Bayárcal, Bentarique, Canjáyar, Huécija, Ohanes, Terque…
Numerosos son los municipios que se extienden por el paisaje serrano de la Alpujarra almeriense. Y, entre ellos, destacan algunos como Alhama de Almería, Laujar de Andarax o Fondón.
Alhama de Almería, conocida como la 'Puerta de la Alpujarra', es un pueblo que ha crecido alrededor de la cultura del agua gracias a sus aguas con propiedades especiales y que supieron aprovechar con la construcción de un balneario.
La Alpujarra almeriense, la tierra de los últimos moriscosFondón.
Durante mucho tiempo, se han asociado sus inicios a la época musulmana, ya que es fácil reconocer el recuerdo de esta cultura en el trazado de sus calles, los baños de origen árabe y los restos de una fortaleza. Pero el reciente hallazgo de unos vestigios de la civilización romana hace pensar que su origen se puede remontar a los primeros siglos de nuestra era.
Si hay un pueblo considerado el emblema de esta comarca, ese es Laujar de Andarax, más conocido como  Laujar. Es célebre por sus vinos y por ser la última morada en España del rey Boabdil, quien ostentó el señorío de la Alpujarra tras la conquista de Granada, estableciendo aquí su capital antes de huir hacia África. Laujar fue, también, el lugar de nacimiento de Francisco Villaespesa, el más importante poeta y dramaturgo almeriense y que dedicó a su pueblo varios de sus versos más famosos.
El pueblo fue muy notable en el pasado en el sector textil, especialmente, en la seda, pese a que, prácticamente, está desaparecida en la actualidad: apenas queda un telar en la plaza del pueblo como muestra de ello.
Fondón fue, en 1567, un lugar clave de la rebelión de los moriscos en la Alpujarra. Como consecuencia de aquellas revueltas la zona se despobló de moriscos y se repobló con cristianos.
Con el paso de los siglos, Fondón acabó añadiendo a sus calles, además de la típica arquitectura morisca, edificios del siglo XVIII, fruto de una arquitectura más ilustrada y que coincidía con la actividad minera del plomo.
La Alpujarra almeriense, la tierra de los últimos moriscosLaujar, la última morada en España del rey Boabdil.
El pueblo es, además, reconocido por sus vinos y por el Festival Flamenco de Fondón, celebrado cada año, en agosto, que cuenta con artistas de gran renombre y que lo convierte en el epicentro internacional del flamenco por unos días.
GASTRONOMÍA SINGULAR Y LA CULTURA DEL AGUA
La cocina alpujarreña se entiende como una singular liturgia. Conocida como la tierra de los tres líquidos, agua, vino y aceite, su gastronomía ha conservado los elementos tradicionales arábigo-andaluces, por lo que en ella se entrelazan dos vertientes de la cocina autóctona: la cristiana y la morisca. La historia de esta zona se podría contar a través de la vida culinaria de las culturas que la habitaron.
Son expertos en vinos ecológicos, como el que se produce en la eco-bodega Cortijo El Cura y, aunque el pastoreo y la agricultura, en un principio, no iban más allá del autoconsumo, hoy ha convertido en una importante fuente de ingresos algunos productos, como el aceite deLa Almazara de Canjáyar.
Una caminata por el paisaje abrupto de la Alpujarra y su clima extremo invita a suspirar por platos fuertes, típicos del frío invernal como las sopas de 'ajo tostao', las migas de harina, el puchero de hinojos, la olla de berza o el 'guisao de correas'. Aunque si hay un plato representativo del lugar, ese es el 'plato alpujarreño', que engloba los productos más autóctonos en un solo manjar: morcilla, longaniza, lomo en orza, 'papas a lo pobre' con huevo frito y jamón serrano.
La Alpujarra almeriense, la tierra de los últimos moriscos
También el repertorio de dulces y postres es variado, muchos de ellos aún conservan la esencia musulmana y tienen como principales ingredientes la almendra y la miel. Hay panaderías que venden los dulces típicos, como los soplillos, mantecados de Fondón, el pan de higo, los roscos de vino, los borrachillos o las rosquillas de Alhama, entre otros.
El agua forma parte de estos lares de manera natural y primitiva. Su sonido corre durante el deshielo por las acequias y riega los campos de labranza. Se hace presente a través de las múltiples fuentes y lavaderos, vigentes desde época árabe. Los habitantes han sabido adaptar la geografía con la construcción de bancales y balates para poder aprovechar el agua y sujetar la tierra, y convertir esta zona que, originariamente, era forestal y ganadera, en una agrícola.
Se puede seguir la Ruta de las Fuentes de la Alpujarra para dar fe de que el agua no es un bien que escasea por esta parte de Almería. Como en Berja, que cuenta con treinta fuentes o la joya de la corona que supone Alhama de Almería, donde sus milenarias aguas termales permanecen a una temperatura constante de 47º.
LEYENDAS, ROMANCES Y POETAS ALPUJARREÑOS
La Alpujarra almeriense, la tierra de los últimos moriscos
Muchos son los romances, leyendas y poemas populares o cultos que nos trasladan a la serranía alpujarreña, pues sus paisajes, sus gentes y su historia la convierten en una fuente inagotable de narraciones.
En algunas zonas cercanas a Laujar se cuentan leyendas relacionadas con la muerte de la reina Morayma, la esposa de Boabdil el 'Chico', el último rey nazarí. Cuenta la historia que el rey amaba profundamente a su esposa y que, tras su muerte, él huyó a África y dejó el cuerpo de ella en una humilde sepultura, nada que ver con lo que debería de ser el enterramiento de una reina.
Dicen que las que vertió sobre esta tumba fueron sus últimas lágrimas en tierras de lo que una vez fue al-Ándalus, y no las que cuentan en la famosa y mítica escena del Suspiro del moro tras perder su Granada.
En Dalías, existe la Cueva-mina de 'El Sabinal' que, según dicen, conduce a través de pasadizos secretos a un legendario tesoro. También se cuenta, entre Laujar y Fondón, una leyenda que habla de una gran cueva y unas grandes construcciones, conocidas como 'sepultura del gigante', ya que se creía que, en otros tiempos, residieron allí cíclopes, cuya lucha entre ellos acabó produciendo una guerra con pedruscos gigantes entre los que quedaron sepultados.
Estas historias y muchas otras, de carácter romántico, hicieron que, durante el siglo XIX, muchos artistas extranjeros se trasladaran a la zona buscando un misticismo similar al que encontraban en oriente.
La Alpujarra almeriense, la tierra de los últimos moriscos
Los escritores, geógrafos, antropólogos y curiosos que se han interesado por esta pintoresca comarca son muchos, pero si hay uno que merece una atención especial ése es Francisco Villaespesa (1877-1936).
El autor fue uno de los más importantes modernistas y cuya obra abarca más de setenta libros de poesía. Laujar significaba para el poeta mucho más que su lugar de nacimiento, pues volvió a ella tras la muerte de Elisa, su primera esposa, y describe su paisaje como un lugar donde encontrar consuelo a tanta desolación.
Fue a las fuentes de su pueblo a las que le dedicó uno de sus poemas:
“Seis fuentes tiene mi pueblo
y aquel que beba sus aguas 
tal sabor a gloria tienen 
que nunca podrá olvidarlas
Amor , ensueño , poesía
generosidad de constancia y lealtad
son seis fuentes de cristal
de oro y de plata
que en las noches de mi pueblo
melodiosamente cantan”
La Alpujarra se revela como un lugar donde la vida transcurre en armonía con la naturaleza. Un paisaje para perderse unos días o quedarse para siempre, pues como dice el célebre poeta: “¡La Alpujarra es el balcón en donde se asoma España para ver, como en un sueño, las bellas costas de África, que a través del mar le envían sonrisas de enamorada!”.               
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