Cómo disfrutar al máximo de las islas Cíes sin morir en el intento
Quienes les gusta caminar por la naturaleza saben que al final del camino hay siempre una recompensa en forma de imagen extasiante. Por eso, el artículo de hoy tiene como finalidad animarte a andar, a vencer la pereza y la tentación de quedarse en la primera pradera que encontremos o en una recoleta playa, y adentrarse por los senderos señalizados. En este caso, quiero invitarte arecorrer las rutas de las islas Cíes.
Si crees, por ejemplo, que la mejor (o la única) forma de disfrutar de las islas Cíes es tirarse en la playa de Rodas durante ocho horas y llevarse un color tipo nécora de la ría, estás en un gran error. ¿Te imaginas lo que tiene que ser ver a vista de pájaro las islas? Date entonces una caminata hasta el faro. La ruta es bastante pronunciada en su último tramo, pero nadie en su sano juicio desiste llegado ese momento.
¿Tienes idea de la inmensidad que se divisa desde ahí arriba? ¿De lo fascinante que resulta la visión de la ría de Vigo desde el mirador del faro? ¿De lo impresionantes que se ven los acantilados de la cara Oeste de las islas?
Por favor, para la próxima ocasión ponte un calzado más adecuado y no vayas en chanclas porque tus pies te lo agradecerán y, además, un calzado cómodo te insufla ganas de andar —te lo digo por experiencia—. Si te cansas, para un poco. Y bebe agua.
La ruta del faro se desvía hacia abajo hasta otro más pequeño, el de A Porta, desde el que puedes volver al camino principal sin necesidad de dar marcha atrás. En éste, a medio camino del faro de Cíes, hay un desvío a un encantador enclave, A Pedra da Campá (la Piedra de la Campana), que no puedes dejar de visitar.
Te sorprenderá la cantidad de personas que acuden ahí con el único fin de contemplar la puesta de sol. Los primeros en llegar habrán trepado a la piedra y estarán sentados en ella como en el sofá de su casa, estropeándote la foto, pero siempre puedes intentar solicitar un gesto de amabilidad. Al fin y al cabo, todos estáis ahí para lo mismo, y en casos así la solidaridad se exacerba —me parece a mí—.
¿Mereció la pena? Seguro que no contabas con emocionarte de la forma que te ha ocurrido. ¿Y has visto cómo posan las gaviotas para las fotos? En esos momentos son geniales.
Deberías sentir ya una cierta satisfacción: has recorrido todo lo que está permitido en la isla del Faro. Olvídate de la isla Sur. Sin barco particular no podrás acceder a ella y, en todo caso, solo podrás pisar la playa de San Martiño. Es preciosa, la verdad, un inmenso tapiz de conchas cuando baja la marea.
Pero si quieres decir que conoces de cabo a rabo las islas Cíes aún tienes otras dos rutas por la isla de Monteagudo. La primera, hasta una pequeña baliza que orienta la entrada Norte de la ría. En sí misma, no tiene gran interés, pero la vista de la Costa da Vela y del archipiélago de Ons es una bonita panorámica.
Hazme caso, y llega hasta el final. Coge también el desvío al observatorio de aves y deléitate un rato por un paraje boscoso en el que encontrarás las ruinas de antiguas edificaciones comidas por la maleza.
No, no hemos terminado. Te queda lo mejor. A la ida o a la vuelta de la punta Norte de Monteaguado, tienes que coger un desvío perfectamente indicado: Alto del Príncipe. Obviamente, el camino se empina un poco: primero atravesarás una zona arbolada, después se despejará y te encontrás en un espacio dominado por el matorral y al final, frente a tus ojos, la recompensa de la que te hablaba al principio: la imponente figura de la isla del Faro.
Una imagen preciosa que fotografiarás compulsivamente. Pero no te detengas porque no has llegado hasta el final. Asciende a mano derecha por grandes piedras con piscinas naturales excavadas, trepa hasta el alto que está a unos metros, y ocupa tu trono: la Cadeira de la Reina (la silla de la reina), otra curiosa formación rocosa.
Solázate entonces contemplando una de las imágenes más sobrecogedoras que puedes encontrar en las islas Cíes: el enorme promontorio de la Isla del Faro, y detrás la isla de San Martiño y toda laboca Sur de la ría hasta Baiona. Desde este privilegiado mirador observa los agrestes acantilados, el mar abierto y la curiosa orografía de las islas —la del Faro y la de Monteagudo unidas por una franja de arena y dunas de la playa de Rodas que forma el Lago dos Nenos—; déjate hipnotizar por el batir de las olas, y escucha el estruendo de las gaviotas sobre tu cabeza. El tiempo se parará.
Harás fotos, de eso estoy segura. Para deleitarte la vista en un futuro y para enseñarlas a tus familiares y amigos, pero puedes tener la seguridad de que cuando recuerdes lo que estás viendo tú volverás a sentir la magia de este momento.
De vuelta al embarcadero de la playa de Rodas, date un refrescante baño en sus aguas cristalinas. Ahora ya podrás decir que has pateado la joya del Parque Nacional de las Islas Atlánticas y quién sabe si no te entra para siempre la afición por el senderismo, ¿qué me dices?
Salta a la vista la belleza de las islas Cíes, con sus altos y abruptos acantilados en la parte exterior y sus blancos arenales y cordones dunares en la interior. Un cautivador espacio que guarda valores medioambientales excepcionales y constituye la joya del Parque Nacional Marítimo Terrestre de las Islas Atlánticas de Galicia. Marcado por la historia desde que 3.500 años antes de Cristo se asentaran los primeros pobladores, arrasado por piratas —el más famoso de ellos, el inglés Francis Drake— y visitado ahora por más de 185.000 personas cada año.
En un antiguo artículo contaba varias razones que hacen a las Cíes tan especiales, todas ellas poderosos motivos para declarar las Cíes Patrimonio Natural de la Humanidad. Retomo algunas de ellas para abundar en algunos de los argumentos científicos que tendrá que defender la candidatura de las islas Cíes en el largo camino que habrá de recorrer para obtener esa distinción:
— En los acantilados de las islas Cíes (Monteagudo, Faro y San Martiño) anidan importantes colonias de aves marinas. Destacan las poblaciones de gaviota patiamarilla (la mayor del mundo, con 22.000 parejas), de cormorán moñudo (sus más de 2.000 parejas, representan el 50% de la población española y el 80% de toda la costa cantabroatlántica), de gaviota cenicienta y de paíño europeo. Últimamente han vuelto a criar aquí el chorlitejo patinegro y el ostrero.
— Debido a las fuertes corrientes que afectan a su posición geográfica, en las Cíes se encuentran la práctica totalidad de hábitats marinos singulares, como bosques de algas pardas o fondos de cascajo, y se desarrolla una rica fauna de invertebrados y numerosas especies de interés marisquero y pesquero. Y, entre los vertebrados marinos, son habituales especies como la marsopa, el delfín común y el delfín mular, que viene a esta agua a reproducirse. Se ha documentado la presencia de dos especies de tortugas, una especie de foca y al menos siete cetáceos.
— La parte interna de las islas de Monteagudo y del Faro está formada por cuatro playas (Figueiras, Rodas, Viños y Nosa Señora) con cordones dunares de gran relevancia botánica, el más extenso de ellos el de la playa de Rodas, que tiene la peculiaridad de que forma la unión natural entre las dos islas. En estos cordones se conservan, por ejemplo, las únicas poblaciones del Norte de España deArmeria pungens (clavellina o herba de namorar, en gallego) e importantes comunidades de camariña, un arbusto en peligro de extinción.
— Las aguas de las Cíes guardan uno de los mayores patrimonios subacuáticos del mundo. Según el diario Faro de Vigo, por el momento están inventariados siete pecios, entre ellos un barco de la flota de Francis Drake, numerosas anclas de piedra, un anillo con sello ducal, y dos sables.
Con todo, el primer objetivo de la candidatura de las islas Cíes será su inclusión en la Lista Indicativa del Ministerio de Cultura. En ella figuran todos los espacios que optan a la declaración, entre ellos cuatro gallegos: Ferrol de la Ilustración, Os Ancares, la Ruta Norte Costera del Camino de Santiago y A Ribeira Sacra. En todo caso, el proceso será largo —algunas candidaturas llevan décadas esperando el momento de su entrada en la fase final de la competición internacional—.
Mientras tanto, hay quien recela de que la declaración de las islas Cíes como Patrimonio Natural de la Humanidad pueda acarrear un impacto humano contraproducente para su conservación. En su defensa, la propia declaración como Patrimonio de la Humanidad lleva incluidas rigurosas medidas de refuerzo para la preservación de la riqueza de su ecosistema y férreos controles de supervisión posteriores.
Las Islas Atlánticas de Galicia como laboratorio científico
Las Islas Atlánticas de Galicia son uno de los 14 espacios naturales de toda la geografía española protegidos con la figura de parque nacional. Su atractivo paisajístico, sus numerosas posibilidades para el senderismo y los deportes náuticos, sus playas prácticamente vírgenes, y también su historia y la huella de sus pobladores desde la Edad de Bronce hasta nuestros días convierten al Parque Nacional Marítimo Terrestre de las Islas Atlánticas en un importante reclamo turístico de Galicia.
Pero al hablar del parque nacional, hay algo que no tenemos tan presente, y es la intensa labor investigadora que se realiza en torno a él y cuyas conclusiones deben guiar, supuestamente, laspolíticas de conservación de sus valores ambientales.
Es verdad que las guías turísticas resaltan la singularidad de sus ecosistemas, su biodiversidad, la flora y la fauna, pero este tipo de información científica, que proporciona una forma diferente y muy estimulante de conocer el parque, todavía interesa solo a una minoría. Sin caer en la vulgarización, es bueno fomentar este conocimiento, y la ocasión se presenta ahora que, por fin, se ha abierto en Vigo el Centro de Visitantes del Parque Nacional Marítimo-Terrestre de las Islas Atlánticas (Edificio Cambón, calle Oliva-Casco Vello).
Con ese objetivo el Centro de Visitantes acogió esta semana unas jornadas para divulgar varios estudios realizados en el Parque Nacional de las Islas Atlánticas, y pudimos ver el parque como un espacio con vida propia y un gran laboratorio científico.
De este modo supimos del hallazgo de nuevos yacimientos arqueológicos con piezas romanas en todas las islas, por ejemplo, y también que desde hace apenas cinco años existen en Galicia trescolonias de pardelas cenicientas, una en la isla de Monteagudo (Cíes) y las otras en las islas Sisargas e isla Coelleira. Según el investigador Ignacio Munilla, de la Universidad de Santiago, proceden de poblaciones atlánticas y mediterráneas y son individuos valientes y excepcionales, diferentes a la mayoría de sus congéneres porque se atreven a criar en lugares donde los demás no lo hacen.
Conocimos, además, ciertas curiosidades sobre los líquenes, que han motivado la propuesta de la investigadora María Sánchez de introducir su observación como actividad educativa en las rutas de senderismo de las islas. En los acantilados de Ons, por ejemplo, se aprecian las franjas de colores que forman las distintas especies de líquenes dependiendo de la altura a la que se encuentran: el negro, o de verrucaria, que queda al descubierto en marea baja; naranja o de caloplaca, sometido a las sapicaduras e inundaciones de mareas vivas; amarillento o de ramalina, sometido a la acción de las nieblas y del spray marino; y el de color blanquecino o de roccella, en las zonas sombreadas.
Sobre las dietas de la nutria y del visón americano, una especie invasora procedente de granjas peleteras, el investigador Rafael Romero negó que se solapen —la nutria es especialista en peces, mientras que el visón es generalista y se alimenta fundamentalmente de conejos, aves, reptiles y, en mucha menor medida, de peces y crustáceos—. Romero mantiene que, contrariamente a lo que se pensaba en los años 60 del pasado siglo, la nutria desplazará al visón debido a su mayor tamaño.
Gaviotas y pulpos, elementos emblemáticos de las islas, también fueron protagonistas de las jornadas. La población de gaviotas patiamarillas está en franca disminución y confiere a los acantilados unas condiciones ambientales propias y muy diferentes a las de la costa continental, que el profesor José Luis Otero, de la Universidad de Santiago, explicó a partir del análisis de los suelos del parque nacional.
En cuanto a los pulpos, una de las principales especies de pesca en las islas, el equipo dirigido por Ángel Guerra, del Instituto de Investigaciones Marítimas del CSIC, ha documentado por primera vez un caso de canibalismo en el medio natural. Su estudio sobre los hábitats preferidos para la puesta y el alevinaje de pulpos, sepias y calamares abarca también el Parque Nacional Marítimo Terrestre de Cabrera —en éste está prohibida la pesca—, y pretende llamar la atención sobre la conveniencia de cuidar estas zonas para mantener un estado de sucesión óptimo de las especies.
Con todo, los proyectos presentados en estas jornadas son solo un ejemplo del esfuerzo investigador y de seguimiento en el Parque Nacional de las Islas Atlánticas de Galicia sin el que no sería posible su conservación. Que el público conozca esa labor científica es básico para que los espacios naturales protegidos se valoren y se respeten como merecen.
Isla de Ons: un paraje natural que se disfruta andando
Isla de Onza, en primer plano, e islas Cíes al fondo, desde el mirador de Ferodentos. |
Los archipiélagos del Parque Nacional de las Islas Atlánticas de Galicia (Cíes, Ons, Cortegada y Sálvora) comparten valores naturales y culturales, pero cada uno tiene su identidad propia. Y si las islas Cíes gustan tanto y gozan de tanta fama por ser un espacio deshabitado y salvaje, el encanto de la isla de Ons reside precisamente en la presencia humana.
Tractores, asnos, pequeños rebaños de ovejas y algunos campos de cultivo nos familiarizan en esta isla con una población que en los años 40-50 llegó a ser de 500 personas y hoy vive a caballo entre la isla y localidades próximas como Bueu o Beluso.
La vida tradicional de Ons se refleja igualmente en la presencia de embarcaciones pesqueras que faenan por los alrededores, entre las cuales las más típicas y artesanales son las dornas, dedicadas fundamentalmente al pulpo, manjar típico de la isla.
Otro de los encantos de Ons es que está permitida la acampada libre, aunque de forma controlada. Es decir, se puede acampar previa autorización, y en una zona concreta, en un lugar llamado Chan da Pólvora, carente de los servicios e infraestructuras propios de un camping.
Ons cuenta con dos restaurantes muy próximos al muelle, que en verano rebosan de comensales. Separada del continente a escasa media hora en barco, la isla recibe en temporada miles de personas mediante el servicio público de transporte marítimo que realizan tres navieras con salidas desde Bueu, Portonovo y Sanxenxo, para muchas de las cuales el motivo de su visita a Ons es comer churrasco y pulpo, en caldeirada o á feira, con la inmensidad del Atlántico de fondo, o adquirir alguna de las cuarenta plantas de uso medicinal que crecen en la isla y cuyas aplicaciones conocen bien sus habitantes.
Hórreo, junto a una vivienda típica. |
Con todo, la isla de Ons merece adentrarse en ella y patearla. Cuatro rutas de senderismo recorren la isla de Norte a Sur y, por entre las casas típicas del pueblo de Curro y sus barrios, hórreos, la iglesia, la ermita y el cementerio, la casa rectoral y una fábrica de salazón, entre otros elementos arquitectónicos, llevan a lugares mágicos y sorprendentes. La Laxe do Crego es uno de ellos. Se trata de un sarcófago antropomorfo, en medio de un grupo de rocas, que data del medievo y sobre el que giran leyendas y supersticiones varias.
Cuatro rutas de dificultad media o baja
Las rutas se inician en la playa de As Dornas, junto al muelle al que llega el barco de pasaje. Se entrelazan y recorren todo el perímetro de la isla, donde se encuentran enclaves de una belleza paisajística inusitada. Hacia el Sur, son imprescindibles el faro, del que se obtiene la mejor vista desde el helipuerto próximo; el Buraco do Inferno (Agujero del Infierno), un pozo de 43 metros de desnivel comunicado con el mar y creado por la erosión del acantilado; el mirador de Ferodentos, sobre el acantilado frente a las islas Cíes, y las playas de Pereiró y de Canesol.
Faro de la isla de Ons. |
Buraco do Inferno. |
Y hacia el Norte, en otra ruta cuyo trazado pasa también por el faro, Punta Centolo, que mira hacia la isla de Sálvora, y desde donde se ve también la playa grovense de A Lanzada y la costa de Ribeira.Aquí crían las gaviotas patiamarillas y los corvos mariños crestados (cormoranes), por lo que el acceso es restringido en época de cría (entre el 15 de febrero y el 31 de julio).
Cerca de Punta Centolo se encuentra la playa de Melide, considerada con toda la razón la más bonita de la isla. Situada en la parte más alejada del pueblo, rodeada únicamente de naturaleza, es muy apreciada por los nudistas. Pequeña, de arena blanca y agua cristalina, es también el lugar de fondeo preferido por los barcos de recreo.
Playa de Area de Cans. |
Las rutas Sur (2 horas y 30 minutos) y Norte (3 horas) de la isla de Ons son las más largas, aunque de dificultad media. Para llegar hasta el faro, sin embargo, no es necesario realizar la Ruta Sur completa, sino que se puede seguir un trazado más corto, de 4 kilómetros, y una hora y 15 minutos de duración, con parada en la Ensenada de Caniveliñas.
Por último, desde la playa de As Dornas, en la que todavía se ven algunas dornas varadas, puede iniciarse también la cuarta y más pequeña de las rutas por la isla de Ons, la Ruta do Castelo, de poco más de un kilómetro y 40 minutos de duración, y dificultad baja.
Una furna (cavidad profunda) típica del Parque Nacional, fruto de la acción del mar sobre los acantilados. |
El camino lleva a otro privilegiado mirador, donde estuvo enclavado un antiguo castillo. Cara al Norte, se ven las playas de Melide y de A Lanzada; cara al Sur, el pueblo de Curro, la isla de Onza y las islas Cíes, y de frente, la ría de Pontevedra, a la que protege del Atlántico el archipiélago de Ons.
Mucho que ver y mucho que descubrir, en definitiva, en una isla que han esculpido a partes iguales el viento, el mar y la historia y las tradiciones de sus pobladores. Buenas playas, buena comida, patrimonio natural, arquitectónico y sociológico… ¿Qué más se le puede pedir a la isla de Ons?
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